Y si ya no viene
y se ausenta indefinidamente
postración en la mañana
ausencia de deseo
el blanco del día
de lacios brazos.
Mendigo en esta abulia
recorriendo hileras de hormigas
brazos y piernas,
y ese frío ardor, Dios,
atravesado en el cerebro
descalzo tú, desnudo
en medio de la indiferencia del viento,
las ubres secas
y el hastío de vieja plata
envuelto en la niebla
desbordada de la ladera,
viejas esquilas que tañen
como cansadas campanas de pueblos
bajo las aguas.