Hundir
las manos
arcilla,
légamo embalsado
rescoldo
de una leve eternidad
frescos y
ardientes
en el
tumulto
frente al
horizonte
de
inviernos preñados de asombro.
No
debería tocarlo
no se
mueven las hojas, amigo,
deja que
florezcan lirios y gencianas
a su
vera, pero no lo toques
no
maldigas
deja que
sobre él caiga el rocío
la nieve,
el viento,
deja que
mis labios besen
su
recuerdo.
Infinita
dicha.