Dejo el libro a un lado,
levanto el brazo
apago la luz
mis ojos vagan
en la profunda oscuridad de la noche.
Ave cansada,
mi pensamiento
se posa amorosamente
en el leve susurro de una imagen
suscita el revuelo inconfundible,
la embriaguez de la memoria;
presencia titubeante
nacida de la tibia brasa sobre el horizonte,
música más allá de las sombras
hacia la penetrante oscuridad
de los campos amargos y silenciosos.
La luna perdida,
los horizontes muertos.