Lentamente pesado cetáceo
hacia la silenciosa profundidad marina
donde la dicha dolorosa crece
delicada como una flor
espléndida en sí misma,
el filo de una cuchilla
hendiendo en la carne
el gusto amargo de la duda.
El silencio marino
y la profunda noche lecho para tu descanso
lejos del mundo,
aireado volviste a casa
y quisiste hundirte allá
en la espesura del bosque
el recóndito valle
recogido en la calma silenciosa
de la niebla que arropa al hayedo
allá todo el torpor de una desdicha,
su sabor dulce, salobre, ácido.