Cuando la muerte se hace susurro
y hervidero de silencio,
cuando la tenue claridad de las palabras
me lleva a pensarte una vez más.
Cavada tu tumba en mi pecho
te llevo flores,
azafranada tristeza
eco, risa,
rumor entre los cantos rodados,
agua fresca, sed.
Te fuiste
pero quedó el mudo semblante de tu presencia
rompiendo sobre el lomo brillante de la noche,
grito que se adhiere a mi piel antes del sueño
tratando de romper el espinazo a todas tus mentiras.
Trasto roto que reverdece
invadido por la lluvia del tiempo,
bajo los álamos, como siempre,
junto a la alberca en que nos bañábamos entonces,
aquel verano que viniste caminando
por los raíles del tren.