Brotando bajo las sábanas
de la madrugada una vez más
en el adagio de Albinoni
se funden entrecortados sollozos,
ahogados en lágrimas, ahora.
Acaso una década atrás
en cualquier modo,
remoto en un tiempo
cada vez más distante.
Sin embargo parece que fuera ayer
la mañana de un domingo de invierno
mientras los perros ladraban al otro lado del campo
y los pájaros volaban sobre el comedero.

Hoy el incienso en torno al altar
se fue desliendo entre los muslos llenos del calor de la memoria
que volvía a mí
envuelta en la virtualidad de imágenes y sonidos
sustitutos éstos de la densa realidad
de un cuerpo evanescente que lloraba y gemía
en el hueco de mis brazos,
todo mi cuerpo en lo profundo de su yo
tratando de apresar su alma
que yacía escondida convulsivamente
en el miedo.