CADÁVER MÍO



Cara mía,
los días son ahora más inhóspitos,
tú no estás,
tú, quien quiera que seas,
y mi versos,
aquejados de soledad
buscan lejos de ti
la paz imposible,
cristalina y fría mañana de invierno
en que refugiar añoranza y temor
tras la sombra de unos brazos muertos,
cadáver mío
cuya presencia temo despertar
porque tú ya no serás tú
mi tú íntimo y fervoroso
que mis brazos ciñeron
llenos mis ojos de dolor.
Tú, mi amada,
cadáver mío
que alienta esta hora
el campo gris
la inmensa distancia hendiendo mi cuerpo,
el anhelo, el filo de un cuchillo
sobre mi carne ahíta del dolor del tiempo
de la distancia infinita.
Amor, fantasía de mis sueños
que recorres mi pecho, anhelo,
dulce inquietud.

Ya sé amor, amor mío,
que la nada,
aquel abismo,
acecha el hilo sutil de todas las cosas
llena su mirada de indiferencia,
espesa y tenaz niebla
bajo cuyos pies la nada teje la mortaja de los amantes,
irremisa soledad,
¿donde escondes tu encrespado afán,
la música, el lúgubre réquiem
que las campanas anuncian desde hace una década?,
cadáver que vagas por la memoria
como alma en pena.

Desasosiego,
¿dónde está aquella lozana frescura,
aquel cuerpo que mi mano acariciaba con fervor?
Sí, ya sé que fue un sueño,
que aquella bestezuela con cara de niña,
desvalida y disfrazada de amante...
ya sé, no me culpes,
es cierto.
y sin embargo cuánta pena acumulada,
cuánto dolor tras tu partida.

Qué inútil la venganza, el anhelo,
bestia de múltiples cabezas
que llegas a mi mañana vestida de viento,
brisa ligera que roza mi alma con cálido afán,
resucitar tu presencia
volver a tocar su cuerpo.
No sé si debería
volver al acariciar tu carne y sus gemidos,
gélidos en un tiempo
pero dulces como tibias mañanas de invierno