Magnífico cadáver mío


Mi amada se fue
mas me quedó el perfume de sus gemidos
la lucidez de su cuerpo
entre mis manos
la humedad cetrina de sus muslos
su deseo intacto
fundido al mío
sus lágrimas cuando su cuerpo explotaba
de gozo sus uñas contra mi carne.

De las paredes del tiempo
brota el calor de la hierba dormida
donde se levanta
el temblor de mis manos
tibia tu piel
cálidos los rincones del alma,
casi como en otros tiempos.

Ah, la copa de tus pechos
que cantaba Neruda,
magnífico cadáver mío,
corriendo mis manos a buscarte,
despierta, Lázaro,
y te siento acudir a mí
intacta tu absoluta pequeñez de niña
tu imposible mirada transformada en cálida alegoría,
misterio insondable
donde tantas veces sumí perplejidad y confusión
perdido en la profunda cueva
donde ninguna luz penetraba
y todo era oscuridad y silencio.

Esta mañana
te siento correr hacia mí
espléndida en tu carne y tu deseo.
Tendamos un manto de flores
sobre el campo de batalla
y dejémonos encantar por la orquestina del bosque,
sus arroyos y pájaros a nuestro alrededor
como aquellas tardes
cuando la locura de nuestra desnudez anhelante
nos convocaba al amor y el desenfreno.

Mi amada se acerca
preparemos un lecho de gencianas y nomeolvides
mi amada llega
sediento estoy de ti,
dice el estribillo;
ea, hagamos las paces
y dejemos que nuestra hambre animal
nos devore
largo enjambre de caricias
donde dolor y alegría
juntarán sus labios.

Cancioncilla que despiertas entre mis piernas,
mi amada se acerca,
recuerda,
sólo hay una verdad,
acuna su memoria y quiérela,

rescoldo mío.