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NADA

De la necesidad de quedarse vacío
tan sólo entre las manos el agua que bebes
el plato de arroz que te sustentará hoy mismo;
de la necesidad de romper
con el hilo engañoso de los papeles acumulados,
del pasado renuente que carga sobre nuestros hombros
el peso de un sueño imposible.
Hoy volví a la carga,
boté a la basura el testimonio
de mis años más queridos de escuela.
No quedó nada,
me sentí liberado.
Liberado,
a solas conmigo mismo
y hermanado con este campo lleno
de la abundancia inesperada de una lluvia magnífica
que ha alfombrado el paisaje como para una fiesta.
Nada,
de la nada
y del todo de la exuberante naturaleza;
caer en la nada para acercarse al todo,
a la música que nos espera vibrando en el aire
como una canción de cuna.
Sí, apenas nada,
los colores del viento,
el rumor del amanecer rozando nuestro cuerpo cansado;
apenas nada,
nada,
el arrullo cálido de los libros y la música,
en paz con Dios y los hombres.
Nada,
aunque un velo de desencanto
pase como una brisa rozando nuestra retina.
Nada,
asido al mundo por el imperceptible hilo
de los ojos que amo,
de los valles donde duermo
de las olas que mecen mi ánimo.