Susurros

"Prendas inmarcesibles
en que fuimos felices”,
lejanas sombras de los días
que vais dejando el óbolo de vuestra gracia
en las ramas de la mañana.
Lejanos surcos del tiempo
por dónde corre el agua de lluvia
y los pájaros buscan entre la oscura tierra,
hoy cubierta del verde brillante de la primavera,
los restos de un anhelo
donde esta mañana se agitan las cebadas
llenas sus espigas de viento.
Tierra en que la brisa trae
el tañido de las campanas de un tiempo
en donde el futuro no existía, sin embargo.

Y no obstante complacencia
la de quien despierta con versos que le trae el correo  
poco después de que su cuerpo
lleno de trinos
asumiera la constancia de estar vivo
en manos de una tibia mañana de brisa, 
susurros que como piel de melocotón
acarician sus mejillas al amanecer
mientras fuera el día despierta lleno de amapolas
en cuyos pétalos duermen pequeñas gotas de rocío. 

Y por tanto anhelo,
el que viste nuestra alma de fiesta y ternura,
esquife abandonado a la suerte de los vientos,
ausente de potestad,
medita en el silencio de las horas
frente al mar inmenso,
cuenta las estrellas
y se duerme acunado por las olas
soñando acaso en esa dicha
que habita entre el desapego
y el dulce de leche de una mañana de viento.